A menos de dos años de iniciado el gobierno Macrista en nuestra ciudad, ya pueden apreciarse claras señales del proyecto político que el PRO representa. En principio se trata de un programa que, en lo escencial, no desentona con los apuestas políticas que otrora llevaran adelante distintas fracciones de la burguesía argentina en los ámbitos provinciales o municipales, a saber: negocios privados en beneficio de empresarios amigos (como ejemplos basta mencionar el negocio inmobiliario y la obra pùblica), reducción del gasto público por congelamiento de salarios , despidos de estatales y achicamiento de los servicios del estado(salud, educación, etc.). Es decir, nada nuevo bajo el sol. Pero sin duda, algunas de las viejas novedades de la gestión Macri deben alertarnos más que otras, no sólo por sus ya repudiables efectos inmediatos, sino por la trascendencia en el mediano y largo plazo, para Buenos Aires y Argentina.
En éste sentido, una de las notas salientes del Macrismo fué su sinceridad política en materia represiva, pudiendo destacarse la designación del "Fino" Palacios (ex federal vinculado al atentado a la AMIA y la represión del 19 y 20 de diciembre de 2001 entre otros "méritos") al frente de la flamante Policía Porteña. La creación de la Unidad de Control del Espacio Público (UCEP) merece nuestra mayor atención. Veamos de qué se trata todo esto.Un mundo felíz según Macri.
En escencia la UCEP no es otra cosa que una fuerza de choque del Gobierno de la Ciudad para "limpiar" de "seres indeseables" el espacio público o desalojar edificios ocupados por personas sin vivienda. Para cumplir con su misión, los muchachos de Mauricio no escatiman durante sus trabajos nocturnos, en golpes y abusos de todo tipo. Es cierto que algunos de sus integrantes fueron reclutados por la gestión de Aníbal Ibarra y durante años se los conoció como "fuerza para tareas especiales", pero este gobierno eligió a los 29 mejores, les dio uniformes y logística para que ayuden al Jefe de Gobierno a "desintrusar" las calles. Ahora son trabajadores en blanco y con el apoyo que el actual gobierno les da, llegan antes que la policía, usan autos oficiales y ya hay varias denuncias en su contra por la violencia con que ejercen su tarea.De esta forma Macri va delineando lo que para él y su séquito de tecnócratas se traduce en una Ciudad feliz: sin pobres a la vista ni manifestaciones o conflictos sociales de ningún tipo a la exposición de todos.
Como si todo esto fuera poco, lo grave es que, a futuro este experimento macrista pueda convertirse en eje constitutivo de un programa de las derechas argentinas.
La UCEP como globo de ensayo
Esta suerte comenzó a cambiar hacia diciembre de 2001 cuando la preocupación en torno a los desbordes sociales y sobre cómo contenerlos se reinstaló en la agenda de la derecha nacional.
Es asi que la UCEP se convierte hoy en un experimento crucial de la reacción ya que, en la medida que este tipo de "grupos de tarea" actúen en un marco de institucionalidad y con un apoyo relativo de vastos sectores de la población, puede erigirse en modelo para las aspiraciones de la derecha hacia un proyecto nacional.
El dilema de la población sobrante.
La devastación de la estructura productiva argentina, que alcanzó su zenit durante los ´90, puso de manifiesto los límites de la economía doméstica en función de generar un panorama de inclusión mas o menos estable para la mayoría de los habitantes del país. Su efecto casi inmediato fué la puesta en escena de grandes fracciones de población sobrante (los viejos pobres y nuevos pobres) que, para los intereses del poder económico se presenta como una potencial amenaza hacia su propia capacidad de gobernabilidad.Una posible solución temporal, aunque no definitiva, puede resultar de un agrandamiento de las funciones del estado y su ingerencia allí donde el mercado es absolutamente ineficiente. Pero la burguesía, por su propia condición, no está dispuesta a cargar con los costes de dicha empresa. Para muestra tenemos el conflicto desatado por las patronales rurales durante 2008.
Es entonces cuando la vía represiva, ejecutada a través de sus personeros y partidos, se presenta para la burguesía como opción más deseable (y rentable). Sólo necesitan contar con un cierto consenso de parte de la (des)clase media para construir un mínimo marco de hegemonía.
Y esa parece ser la misión del PRO en la Ciudad de Buenos Aires: una fuerza política capáz de atraer la voluntad incluso, de quienes está perjudicando.
Hay que derrotarlos ahora.
Las últimas elecciones porteñas parecen haber presentado un primer escollo en las ambiciones de la derecha. Siete de cada diez porteños no acompañó al Macrismo en las urnas y esto permite múltiples lecturas. Se puede pensar que, a pesar de todo, el PRO sigue siendo la primera minoría, o bien que en base a la unidad de las organizaciones del pueblo podemos derrotarlo y junto con esto, derrotar cualquier intento de institucionalizar nuevamente el terrorismo político como práctica posible.La UCEP ya es una realidad que actúa avalada institucionalmente y, que este mecanismo se convierta en una opción viable para la ciudadanía debe ser un hecho alarmante.
Ese es el desafío de las izquierdas porteñas y no sólo de cara al escenario electoral de 2011, sino a partir de hoy mismo, disputandole hombro a hombro en las diferentes trincheras de la sociedad, esa hegemonía a una derecha que se esfuerza por mostrarse renovada y que puede comenzar a mirar exitosa, más allá de la General Páz, en los años que vienen.